De Regreso a Casa
Shalom Rut. Quiero compartir contigo mi regreso a casa…

Cuando era apenas una niña de siete u ocho años -no recuerdo con precisión-, llegó a mis manos un libro llamado “Mi libro de historias bíblicas”. De inmediato me enamoré de él y en medio de mi solitaria vida -yo vivía en una finca donde no tenía vecinos, amigos o familiares que vivieran cerca- era un refugio donde cada lectura me trasportaba a un lugar y tiempo determinado. A través de él conocí más de la Biblia, ya que cada historia era única: El gran diluvio, David y Goliat, Sansón y Dalila, el nacimiento de Jesús, muerte de Jesús y muchas otras historias más. Siempre estuvo en mi mente cada uno de esos personajes, pero también aquellos lugares donde acontecieron historias tan interesantes y de tanto aprendizaje. En mi inocente niñez, muchas veces también pensé que quizá esos lugares no existían y solo era parte de un relato.
Ya de más joven, empecé a asistir a la iglesia cristiana con un hermano que era pastor, y ahí empecé a estudiar más de la Biblia y a leer -a veces sin entender- más en detalle sobre aquellos lugares maravillosos que en ella se mencionaban. Crecí soñando con conocer la ubicación exacta del Jardín del Edén, el lugar donde Abraham iba a sacrificar a su hijo Isaac, donde fue que un asna le habló a Balaam y donde Pablo fue cegado por la presencia de Jesús. Hasta intenté -en mi ignorancia-, ponerles fecha a los eventos importantes tales como el diluvio y claro, yo solo conocía del calendario Gregoriano.
Hace quince años aproximadamente, mi esposo dejo abierto un documento en la computadora que se llama “Quien tiene la autoridad sobre las escrituras” y para alguien que creció en el cristianismo, aquel documento fue como un balde de agua fría, pues mientras mas leía, más descubría como me habían contado la historia de otra manera. Es a partir de ese momento que inició un recorrido que aún no termina, hacía las raíces hebreas, pues empiezo a descubrir que la historia de aquel personaje tan importante en mi vida, tenía otro contexto histórico, cultural y hasta lingüístico, y entonces, aquellas historia que leí en aquel libro cuando era niña, tomaron otro matiz: Había otra cultura: la del pueblo de Israel; otro contexto: miles de años antes y posteriores a la era común; otra lengua, la hebrea, otro calendario: el judío y hasta otro nombre: “Yeshúa”, quien como todo niño judía fue circuncidado a los ocho días y quien creció asistiendo a una sinagoga y visitando tres veces al año el Templo en Jerusalén. En fin, a partir de ese momento nació el sueño de conocer el lugar de los hechos, principalmente aquellos relacionados a Yeshúa, su lugar de nacimiento, donde vivió, donde creció, los lugares que visitó, incluso el lugar de su muerte y resurrección, y lo más importante, el lugar a donde ha de regresar como el Mesías prometido a la casa de Israel.
De esa manera, aprendía a amar al D-os de Abraham, Isaac y Jacob, al D-os de Israel, su pueblo, sus costumbres y hasta su ejército. Y en tanto el tiempo pasaba, seguía soñando conocer aquel país, protagonista de mis recuerdos de niña.
Elie Wiesel escribió: “A Jerusalén no se va, a Jerusalén se regresa”. Así que día a día estaba en mi corazón el momento en que pudiera regresar a casa. Sé que desde el principio cuando todo fue creado, siempre estuve en los planes de HaShem, por lo tanto, había dentro de mí una chispa judía que cada día tomaba más fuerza. Y fue así, que un día el Eterno te puso en mi camino con el Programa de SAR-EL, cuyo propósito es atraer simpatizantes de todo el mundo para ir a Israel y contribuir a la seguridad de Israel y las comunidades judías en todo el mundo, ayudar y ser voluntario en las Bases de la FID en un rol de apoyo logístico y también, apoyar a las FDI creando una experiencia de voluntariado única que fomenta nuevas amistades y crea un intercambio cultural entre Israel y el país de origen de cada uno de los participantes. Además, aprovechar el viaje y conocer todos los lugares sagrados en Israel. Y fue así como pude cumplir uno de mis más grandes sueños: Visitar Jerusalén por primera vez, es decir “volver a casa”. Desde el momento que pisé “Tierra Santa” como siempre la hemos conocido, cada sitio de las historias que guardaba en mi mente y en mi corazón empezaron a tomar vida. Jerusalén fue nuestra primera parada después del aeropuerto. Ella es simplemente hermosa y bien lo dice el salmista: “Si me olvido de ti, oh Jerusalén, que mi mano derecha se olvide de cómo tocar el arpa. Que la lengua se pegue a mi paladar si dejo de recordarte, sino hago de Jerusalén mi mayor alegría.
Llegar al Kotel fue simplemente indescriptible, aquel muro guarda tantas historias, conquistas, guerras, muertes, triunfos, que no caben en sus piedras escribir cada una de ellas. Estar tan cerca del lugar donde un día la gloria de HaShem era visible y permanecía aquí en la tierra, hace de aquel lugar simplemente majestuoso. Tocar sus piedras, aunque no sean las originales, te permite experimentar una sensación inexplicable donde tu corazón pareciera que va a explotar. Cuando era niña, cantaba una canción que en una de sus estrofas decía: “por esas calles yo voy a caminar, calles de oro, mar de cristal” y efectivamente, estaba ahí, caminando por sus calles doradas que datan de miles de años atrás, luego caminar sobre sus murallas, testigo de vidas que se fueron defendiendo cada rincón de la ciudad.
Y bueno, también llegó el día de realizar nuestro voluntariado y nos correspondió ir a una base del ejército al sur de Israel, así que, durante tres días compartimos con soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel. Escuchar a chicos que tienen la misma edad de mi hija y hasta menos, que son miembros de unidades especiales es muy impresionante, su patriotismo, su madures, su fuerza física, mental y espiritual es algo que nuestros hijos nunca van a tener, porque nunca han tenido que defender con su propia vida el país en el que nacimos. Ellos sirven con orgullo, aman la paz, pero también saben que es posible que ella nunca llegue, pues como bien lo dijo Golda Meir: “Si los árabes dejan sus armas, habrá paz, pero si Israel depone sus armas, no habrá Israel”.
El trabajo en el desierto es fuerte, pero se hace con gusto, ya que el simple hecho de estar en una base militar es un inmenso privilegio que pocas personas tienen. Una noche mientas contemplábamos las estrellas, vimos pasar diez cazas y pocos segundos después escuchamos las detonaciones. En lugar de sentir miedo, solo pude experimentar paz y nunca me había sentido tan segura, tan protegida.
Los días posteriores más lugares tomaron vida: Desierto de Judea, Mar Muerto, Río Jordán, Mar de Galilea, Capernaúm, Monte de los Olivos, Jardín de Getsemaní, Belén, y así muchos más. Cada lugar, cada rincón, era un viaje al pasado donde las historias tomaban vida y podía sentir que aquel libro dejaba de ser un recuerdo y se convertía en una experiencia para nunca olvidar.
Sé que al igual que la visita que hicieron los doce espías cuando visitaron Canaán en los tiempos de Moshé, yo también vi gigantes y murallas inquebrantables, pero de la misma manera que Josué y Caleb lo hicieron, me quedo con lo hermoso de la tierra que emana leche y miel.
No sé cual sea el motivo por el que más personas quieran visitar Israel, pero ese no es un país simplemente para hacer turismo, no, Israel en un país para vivir una experiencia espiritual, donde las historias que has leído en la Biblia toman vida y marcan la tuya para siempre.
Termino citando al Rey David en el Salmo 122, que dice:
Cántico para los peregrinos que suben a Jerusalén.
122 Me alegré cuando me dijeron:
«Vayamos a la casa del Señor».
2 Y ahora, aquí estamos,
de pie dentro de tus puertas, oh Jerusalén.
3 Jerusalén es una ciudad bien construida;
sus murallas compactas son impenetrables.
4 Todas las tribus de Israel—que son el pueblo del Señor—
peregrinan hasta aquí.
Vienen a dar gracias al nombre del Señor,
como la ley requiere de Israel.
5 Aquí están los tronos donde se emiten los juicios,
los tronos de la dinastía de David.
6 Oren por la paz de Jerusalén;
que todos los que aman a esta ciudad prosperen.
7 Oh Jerusalén, que haya paz dentro de tus murallas
y prosperidad en tus palacios.
8 Por amor a mi familia y a mis amigos, diré:
«Que tengas paz».
9 Por amor a la casa del Señor nuestro Dios,
buscaré lo mejor para ti, oh Jerusalén.
Bendito sea el Eterno porque a través de Él los sueños se cumplen. Gracias por ayudarme a hacerlo realidad. Y bueno, ahora también nace otro sueño: “Volver a casa con toda familia” Quiera el Eterno que así sea…
Comments are closed